historias de grandes I

"A los arboles hay que encontrarles la hebra y a los pendejos hay que darles por su lado" , así decía mi abuelo. En esos ultimos días, cuando sabíamos qué tenía, su hermana le hacía té de cancerigena, como si fuera agua de uso. Nadie le dijo que tenía, el nunca nos dijo que lo sabía. Entonces, tomaba de la tasa, se acababa todo lo que le dieran: "es mi té para quitarme lo pendejo mija", sonreía y tomaba nuevamente. Siempre lo supo.

Se sentaba diario en el corredor de la casa, justo entrando, había una silla a mano izquierda, dos mecedoras al frente viendo hacia la puerta, y una más del lado derecho. Su día comenzaba a las 7:00 de la mañana, levantándose se vestía, y después regaba el jardín: el almendro, el mamey, el limón, el toronjo, las bugambilias; dejaba un rato la manguera en cada árbol mientras con el bastón iba por ahí aplastando "los chinos" que crecían entre el concreto. Cada mañana al despertar era lo mismo; eso desde que dejo de tener que levantarse temprano para ordeñar, aquello parecía una verdadera fiesta: gritos de un lado al otro despertando a cada uno en la casa, hablándole a los nietos e hijos para que se apuraran con los peroles. Digamos que tuvo una buena jubilación y eso le permitió dedicarse a su jardín, al almendro que planto su papá.

Cuando la jornada del jardín terminaba eran ya las 8:00am, entonces se sentaba a la cabeza de la mesa, mi abuela le traía un vaso grande (de veladora) lleno de café, lo tomaba completo; luego en un plato ponía frijoles y parte del desayuno (a veces huevo, a veces queso, otras tantas chilaquiles), todo acompañado de Coca- cola (servida en el mismo vaso del café), terminando agarraba una servilleta y limpiaba el vaso como padre que limpia esa copa antes de comulgar. Mi abuela aparecía para llevarse el vaso y llenarlo nuevamente de café. La mañana había comenzado.

Sentado en esa mecedora veía la entrada, cuidaba que nadie se estacionara, saludaba a la gente y otros tantos pasaban solo para decirle "buenos días/tardes Don Rodolfo" algunos otros "don Rody", siempre estuvo ahí, con las piernas cruzadas, las manos juntas, con los índices en la punta de nariz y los pulgares en la barbilla. Rezaba. Él rezaba todo el tiempo para si mismo. Nunca en voz alta, es más, no lo recuerdo en misa a excepción del festejo de los 50 y los 56 años de casado. Solo rezaba.
Hay grandes historias de mi abuelo, aquella donde mato al gran jabalí con una sola bala en la cabeza, y este desapareció en una nube de humo, otra de la vez que no paro de llover en 3 semanas en Buenavista, y claro, la del balazo en la pierna, que dejo cicatriz para ser contada. Podría contar todas, una por día y no terminaría en 3 años. Algunas mas creíbles que otras, y aquellas de las que se duda tienen testigo para afirmarlas. 

Una tarde comenzó a llover en el pueblo, allá hace calor como solo hace en Guerrero, el temporal llega cerca de agosto y acaba casi a finales de septiembre, cuando comienza a llover puede tardar 3 días de agua continua, a veces mas fuerte, a veces solo chispea: la cosa es que no para. Los cerros se cubren con la neblina, los días se ven sepias, a veces grises, los truenos se escuchan de un extremo a otro, los rayos pintan la silueta de los cerros cada noche; en las casas de teja es imposible dormir, no porque entre el agua, sino por el sonido de la caída de esta por cada canal hacia la calle.( Imposible les digo, mi insomnio comenzó por esa época).

Ahí estaba el abuelo sentado, viendo caer el agua, rezando; y se dío cuenta que no tenía su nieta la mayor intención de ir a la prepa (estudiaba en la tarde), "ven y siéntate acá mija, dime qué pasa" ... lo veía así, solo. Él entendía todo. "nada" y así rezonga la niña, como si de veras le fueran a creer. Tomé asiento junto a él, me quede ahí callada escuchando la lluvia. Encabronada por algo que seguro no valía la pena, como no valen la pena la mayoría de las cosas que nos hacen enojar. Media hora después, solo se me llenaron los ojos de lágrimas y mi abuelo estiro el brazo para darme una palmada en la espalda: "seguro es cosa de un pendejazo mija" . Seguro sí, no tenía que decírselo, él lo sabía todo, tenía solución fácil y garantizada para cualquier problema. Se levantó, metió la mano en la bolsa izquierda de la guayabera, sacó un fajo de billetes y su pañuelo (ese todavía me lo tengo guardado). "tomé mija, límpiese las chatas que las niñas lloronas no se ven bonitas y usted es Uribe, ni modo que ande por la calle diciéndole con esos ojotes a la gente, que hoy le dieron ganas de llorar por un pendejazo. Nosotros los Uribe no lloramos, y menos por gente así". Me limpie, y lo volví a ver, ahí estaba su mano estirada con un billete de $100.00 "ve a la tienda mija, búscate algo que quieras, unos cigarros y te lo fumas allá abajo viendo a mis toros" (a mi abuelo no le gustaba que fumara, menos en la casa, así las cosas). Renegué un poco en salir, no quería mojarme, no quería hacer nada. 


Salí, compre mi cajetilla camel, un encendedor y una pluma. Camine al terreno hasta llegar al establo, me prendí el cigarro apenas salí de la tienda, camine con él, llegue a donde los toros y prendí otro cigarro, (uno servía para encender otro y así) revise que tuvieran agua y entonces ahí me quede, sentada en la barda alta, desde ahí se ve el techo de casi todas las casas de Buenavista, prendí otro cigarro, y cuando menos lo pensé me estaba riendo; ¿qué era eso de "somos Uribe y no lloramos"? 


Mi abuelo murió hace 5 años, no era mi papá, pero lo fué mucho tiempo, hoy, entiendo porque los Uribe no lloramos: Somos demasiado orgullosos. Desconfiados. Avaros. Egocentristas. Rezongones. Somos Uribe.


"No te subas al árbol   a cortar fruta mija, sin avisarle que quieres  hacerlo. 
Los arboles no son pendejos, tiene hebra"
-junio de 2001, el año en que me rompí el brazo.-

Comentarios

Entradas populares de este blog

Peace Piece

Aviso oportuno